5 de febrero de 2011

Posidón Penteskouphia. Museo del Louvre



La iconografía del dios el mar, al igual que sucede con los restantes olímpicos, comenzaba a forjarse en los albores del siglo VI a.C. , al mismo tiempo que se fijaba, más o menos definitivamente, la morfología de los vasos griegos. En el caso de Posidón,  las placas de cerámica pintada con función votiva (pinakes) halladas en el  santuario del istmo de Corinto  y en otros santuarios de las proximidades de éste, constituyen  los mejores testimonios iconográficos del dios marino en este período. Todo parece indicar que estas piezas fueran dedicadas en el témenos del santuario del istmo por los marineros, como prueba de reverencia y respeto hacia su dios. Estos “anatemata” o exvotos muestran a Posidón en solitario representado de diversas formas: en actitud de combate, sosteniendo un tridente, una lanza o un pez en la mano, montado a caballo, sobre un delfín o a la grupa de un monstruo marino, etc. Asimismo, Posidón aparece con frecuencia al lado de su esposa, Anfítrite, montados ambos sobre un carro tirado por caballos, tal vez escenas que representan sus bodas, seguidos por la comitiva que forma el cortejo nupcial. La  nereida recoge el velo que le cubre la cabeza con la mano, gesto habitual en las hierogamias.

En la placa que nos ocupa, el dios exhibe el prototipo más característico de la primera mitad del siglo VI a.C.: su figura se dispone de estricto perfil con respecto al espectador, y su negra silueta se destaca sobre la arcilla anaranjada “en reserva” que le sirve de fondo. Su nariz  y el ojo visible (representado de frente) son prominentes, como es usual  en este período; tiene barba poblada y cabello largo. Los convencionales bucles de dicha cabellera se ordenan gracias a la diadema (o  corona) que el dios luce sobre las sienes. Posidón va  ataviado con túnica, probablemente talar, cubierta por una prenda que cubre su torso. Sus manos rígidas y en posición paralela sugieren una actitud de aguantar las riendas de una montura o carro; en la diestra empuña con firmeza un gran tridente que le identifica.

Además de los ya citados rasgos estilísticos, propios de este período,  merece señalarse la importancia concedida a la volumetría de la figura, cuyo perfil ha dejado de ser una silueta plana para mostrar una imagen rotunda que posee gran plasticidad y cuyo solo cuerpo sugiere la tercera dimensión. Sin embargo, estos rasgos avanzados conviven con  otros más arcaizantes tales como la incisión de los perfiles o la conformación de la figura mediante la superposición o yuxtaposición de diversas formas geométricas.

Observaciones:
       Del mismo yacimiento arqueológico, próximo a Corinto, procede otra imagen conocida como Anfítrite Penteskouphia, conservada también en el Museo del Louvre, así como diversas placas con representación de los dos dioses y caballos, conservadas hoy en el Museo de Berlín. La mayoría de estas tablillas estaban pintadas por ambos lados, lo que hace pensar que fueran colgadas de las ramas de los árboles, suspendidas, para que ambos lados pudieran ser visibles.  
Bibliografía:
       Eleni Hasakhi, Ph. D., “Potters at Work: The Iconography of the Penteskouphia Plaques: Technology and Archaeology of Ceramic Production in Ancient Corinth”, en Speria Suplement Series, 300.
© María Isabel Rodríguez López

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